Published on mayo 3rd, 2013 | by
0Editorial: Anatomías
Nada sino unas pocas palabras, ahora que el proyecto de Caminos de Pakistán ya va tomando cuerpo, para introducir la materia de este segundo número de la revista, cuyo título es una cita del filósofo francés Jean-Luc Nancy: «escribir el cuerpo», lema de la modernidad, gran metarrelato ya terminado. Pero, sí que sigue en pie este gran tema que es el cuerpo, este tembloroso abismo de sí mismo; la fenomenología del cuerpo y sus manifestaciones es infinita: corpus, cuerpo místico, cuerpo y alma, órganos; cuerpo fantasmatizado, esquema corpóreo, quiasma; y el psicoanálisis como una inmensa arqueología del cuerpo.
Sóma y sarx, cuerpo y carne, Grund y Abgrund, fundamento y circunstancia (para Juan Eduardo Cirlot), y, como señala Derrida, Platón criticaba la escritura como cuerpo y Artaud como cancelación del mismo. Eterno problema de la técnica, de la tecnología y lo humano, del cuerpo que se esconde detrás de la técnica y ésta que a la vez ensancha y embalsama el cuerpo, pero lo convierte en otra cosa de sí mismo, en instrumento. Y el cuerpo mismo puede enajenarse en su utilización, como en las técnicas corporales recogidas en un admirable artículo de Marcel Mauss, en el cual el cuerpo se esconde detrás de un dedo.
Es curioso advertir que la palabra soma en la Grecia homérica designaba el cadáver y que el término sarx se refería a las reses. De este origen funerario surge la idea de cuerpo como «tumba que deambula». En el «muerto cárcel del alma», donde las técnicas ya han convertido el interior y el exterior en límites perfectamente coincidentes, todos los confines se han desplazado hasta llegar a ser sólo internos.
La escritura y el cuerpo: embutido metafísico, tumba y a la vez excremento. Escribir el cuerpo: o cómo fabricar textos como salchichones, diseminando en ellos sus fragmentos. Escribir: el embalsamamiento del cuerpo, abismado dentro de lo escrito. Escribir el cuerpo. O, lo que es igual, la defecación: producción de restos de nuestras vivencias que por ser producto del cuerpo templo son sagrados; o restos orgánicos para marcar el territorio de nuestro cuerpo diseminado dentro del texto.
Finalmente el cuerpo escrito, el tatuaje, la fotografía: caras de la misma moneda. Cuando el cuerpo ya no soporta la técnica sino que la técnica soporta el cuerpo. Entonces, esto es el tatuaje: sueño de un cuerpo perfectamente legible e inteligible, sueño de que el cuerpo y su superficie diga lo que hay dentro, sueño de que el interior y el exterior ya sean una cosa sola. Y esto es la fotografía: necesidad desesperada de verificar la presencia del cuerpo y documentar su estatuto incierto, su incierta presencia; como puede apreciarse en la interesante galería de fotografías de Carlos Colás aquí incluida, que muestra cuerpos anónimos y centra su atención en determinados particulares anatómicos, que aparecen así como partes de cuerpos despedazados, «trozos de carne». Carlos Colás llega a ser sensual despojando las imágenes de cualquier posibilidad de erotismo y pornografía: el cuerpo aquí es un tembloroso ejemplo que evoca su existencia vibrátil. Estos desnudos reflejan el enorme vínculo entre el miedo y la desnudez (el ser inerme) y, a la vez, cifran lo fundamental del cuerpo: el hecho de que en el cuerpo humano estriba toda posibilidad de concebir una política y el hecho de que el cuerpo humano es esa ofrenda que damos al otro (lo otro que damos al otro) y que, sin ser político, constituye la posibilidad misma de la política. Hablamos de cuerpos, en fin, que, como los que están atrapados (presos) en estas fotografías, sólo ilustran la sensualidad intrínseca a la condición del rehén, sola forma posible de nuestra existencia.
La anonimia dell’anatomia
è una gran bella poesia.